Por qué las citas son como el póquer: consejos de un jugador sobre el juego del amor

Mientras unos se guardan las cartas, otros intentan subir la apuesta. ¿Qué puede enseñarnos el póquer sobre las citas?

Las relaciones son duras. También lo es el póquer. La analogía está bien documentada en las letras de las canciones: piensa en ‘Love is a Losing Game’ (2006) de Amy Winehouse: Sobre probabilidades inútiles, y los dioses se ríen de ti”; o “La mano perdedora” de Ray Charles (1953): Aposté por tu amor, nena, y tuve una mano perdedora’. Pero perder no es el único punto de comparación, así que si amas el amor y quieres ser mejor, sigue leyendo.

Empecemos con las reglas básicas (simplificadas) del póquer estilo Texas Hold’em: cada jugador recibe dos cartas. El objetivo es combinar esas dos cartas con las cartas “comunitarias” que se presentan en la mesa (las tres primeras se llaman “flop”, la cuarta es el “turn” y la quinta es el “river”) para crear la “mano” (una combinación de cinco cartas) con mayor puntuación. Los jugadores apuestan por tener la mano con mayor puntuación utilizando “fichas” que tienen un valor monetario. Las clasificaciones de las manos, empezando por la más alta, son: Escalera real (A, K, Q, J, 10, todas del mismo palo); Escalera de color (cinco cartas en una secuencia, todas del mismo palo); Cuatro iguales (cuatro cartas del mismo número/imagen); Full (tres iguales y una pareja); Color (cinco cartas del mismo palo, pero no en una secuencia); Escalera (cinco cartas en una secuencia, pero no del mismo palo); Trío (tres cartas del mismo número/imagen); Dos Pares (dos pares diferentes); Pareja (dos cartas del mismo número/imagen); Carta Alta (en ausencia de cualquier otra clasificación, gana la persona con la carta de mayor número/imagen).

Al principio de cada partida, un jugador (en rotación por partida) debe hacer una apuesta mínima “a ciegas”. A continuación, los demás jugadores eligen: los que quieran jugar también hacen (al menos) una apuesta ciega. Una vez hechas las ciegas, se presentan las tres cartas del flop. Entonces, y a partir de entonces con cada adición a las cartas comunes, comienza una ronda de apuestas, empezando por el jugador que hizo la ciega. Las opciones de apuesta son las siguientes (i) “ver” la apuesta anterior igualándola; (ii) “subir” la apuesta anterior aumentándola (si la aumentas con todas tus fichas restantes, habrás apostado “todo”); (iii) no apostar y, por tanto, “pasar” cuando otros jugadores no hayan subido la apuesta anteriormente y se vean todas las ciegas; (iv) “retirarse” y, por tanto, salir del juego, perdiendo las fichas apostadas. Sin fichas, no puedes apostar. Si te retiras, no puedes ganar. Si todos los jugadores excepto uno se retiran, ese jugador restante gana las fichas. De lo contrario, después del river, los jugadores restantes comparan las manos para ver quién tiene la clasificación más alta para ganar las fichas.

Imagina ahora que estás jugando al póquer con una sola persona. Imagina que las dos cartas que te reparten se parecen a esa otra persona, y sus dos cartas se parecen a ti (un poco como en la aplicación de citas Tinder, donde tienes tu propia “carta” personal que se parece a ti -básicamente, tu perfil-, que se incluye en la baraja de todas las demás parejas en ciernes para que los demás pasen el dedo por encima). Imagina que el propio juego se parece a la relación entre vosotros dos. Imagina que las apuestas son como movimientos: algo que haces para perseguir al otro, o algún esfuerzo que haces por el otro, o algún acto que haces para llevar las cosas a la siguiente fase de la relación, de forma que utilices tus recursos (igual que las fichas se parecen a tus recursos monetarios). Imagina que las cartas comunitarias se asemejan a situaciones de tu vida, en las que cada adición es como un nuevo acontecimiento. Imagina que las cartas comunitarias se pueden añadir sin límite, hasta más allá del river, con apuestas después de cada adición, mientras los jugadores apuesten/comprueben en consecuencia.

¡

Ya has completado la configuración y estás listo para jugar! Lo primero es lo primero, ¿cómo juzgas tus cartas antes del flop? ¿Y cómo juzgas a una persona a primera vista? Puede que falte potencial, por ejemplo, un 2 y un 6 de palos diferentes, el equivalente a una persona aparentemente aburrida. Pero, por supuesto, las cosas no son siempre lo que parecen, sobre todo cuando se sacan de contexto. Al fin y al cabo, las cartas comunitarias podrían incluir un 3, un 4 y un 5, lo que te daría una Recta, que equivaldría a cavar más hondo para encontrar a una persona excepcionalmente interesante bajo su barniz aburrido. En otras palabras, quizá tu posible pareja no parezca tener mucho a su favor, pero entonces podría funcionar bien con la situación que está a punto de presentarse ante ti, ya que personas diferentes son buenas para situaciones diferentes. Básicamente, las expectativas bajas pueden superarse.

Pero, por otro lado (valga el juego de palabras), las expectativas altas a veces pueden no cumplirse. El potencial puede ser alto, por ejemplo, una pareja perfecta de ases, el equivalente a alguien que cumple todos tus requisitos. Pero, de nuevo, su valor es relativo a lo que surja en las cartas comunitarias o en la vida, y puede que simplemente no te vaya bien con lo que ofrece. El punto general aquí es que las primeras impresiones pueden ser engañosas, y el valor de tales cosas es, hasta cierto punto, circunstancial y dependiente del contexto. No podemos saber mucho de entrada, así que averigüémoslo. Hagamos un movimiento y apostemos.

SAlguien tiene que dar el primer paso, la apuesta a ciegas, el salto de fe, para que el juego/la relación empiece a funcionar. Hacer o ver esa apuesta a ciegas da una oportunidad a tus cartas/persona, y te embarcas en el juego/relación de momento para ver qué te depara el flop/la vida (el equivalente a deslizar a la derecha en Tinder -hazlo demasiado, y el resultado son montones de “matches” que no encajan). O quizá reflexionas sobre tus recursos mínimos y echas un vistazo a las cartas/persona con desesperación, e inmediatamente te retiras (el equivalente a deslizar el dedo hacia la izquierda; hazlo demasiado y el resultado son muchas oportunidades perdidas).

O tal vez te sientas abundante y te entusiasme que te repartan un Rey o una Reina, y entonces subas la apuesta. Una vez hechas las ciegas, existe la opción de pasar de ahí en adelante. Podrías hacerlo si no quieres dar la impresión de estar desanimado o más entusiasmado por cómo han ido las cosas hasta ahora, por así decirlo, manteniendo las cartas cerca del pecho. Obviamente, pasar no es una opción si el otro jugador ha hecho una apuesta. Desgraciadamente, no puedes bajar su apuesta. Una vez que ha hecho su jugada, si quieres seguir en el juego, tienes que reaccionar de forma que no anule o borre su jugada. Han subido las apuestas, y tienes que ser su igual para seguir jugando. Y si no quieres seguir jugando, te retiras. (Aunque a veces retirarse es más fácil decirlo que hacerlo, o en la peor de las situaciones puede resultar imposible, cuando te coaccionan para que apuestes y te roban las fichas.)

Pero de ordinario, cuando te retiras, no puedes seguir jugando.

Pero normalmente, cuando se juega según las reglas, siempre existen las formas antes mencionadas de responder a la apuesta de otra persona: ver, subir o retirarse. Cada vez que aparece otra carta comunitaria, la situación cambia y tienes la oportunidad de replantearte lo que significa para ti y si quieres seguir adelante. Ver su apuesta demuestra que quieres continuar en el juego/relación, que es lo mínimo que puedes hacer para que las cosas sigan adelante. Subir su apuesta es dar más de lo que tienes, quizá para ver si lo quieren. Puedes subir la apuesta a tope, yendo a por todas, lo que indica que ahora es todo o nada para ti, ya que estás poniendo toda la carne en el asador. O puedes retirarte y abandonar: quizá era demasiado para ti y no tenías recursos similares para invertir o, aunque los tuvieras, no te merecía la pena porque no valorabas lo que tenías. (Fíjate en la des-analogía, un tanto reconfortante, de que si alguien se retira, técnicamente “ganas” al quedarte con todo lo que ha invertido)

¿Qué pasa con los faroles?

¿Qué hay del farol? Es decir, montar una especie de numerito para que lo lean los demás jugadores. En primer lugar, es importante tener en cuenta que los jugadores pueden no leerse correctamente si acaban de empezar la partida y no se conocen bien. Así, un jugador puede ser engañado por las acciones del otro, sin que éste tenga intención de engañar. En este caso, el jugador está siendo engañado accidentalmente. Lleva tiempo llegar a conocer realmente cómo juega otra persona y qué significan realmente sus movimientos. En segundo lugar, un jugador puede no tener mucha experiencia y, por tanto, no reconocer el valor de lo que tiene en las manos, y hacer jugadas que son engañosas sin querer. En este caso, el jugador está siendo accidentalmente un farolero. Por lo tanto, a veces nos equivocamos sobre la otra persona al juzgar mal su valor (ser un farolero) o al interpretar mal sus jugadas (ser un farol), lo que podría no haber sido intencionado.

El farol podría ser una táctica extraña para salir de la relación asustando a la otra persona

Pero el póquer suele plantearse como un juego de manipulación, en el que el farol es intencionado para engañar, con el fin de intentar ganar las fichas independientemente de que tu mano sea la de mayor valor. Por ello, una de las principales estrategias es que los demás jugadores no puedan leerte con precisión y sólo capten los mensajes que tú pretendes que capten. Esto no se traduce tan bien en las relaciones, ya que las buenas relaciones son más cooperativas que competitivas. Sin embargo, nunca sabemos realmente cómo son las cosas para la otra persona en la relación, y no tenemos toda la información sobre ella (incluidas las motivaciones que hay detrás de sus acciones y cuánto te valora) más allá de lo que dice/demuestra que es el caso.

Entonces, supongamos que jugáis a “mano abierta”, donde podéis ver las cartas del otro (o, siguiendo con la analogía de la relación, siendo completamente abiertos y honestos sobre el valor que dais a la pareja/relación). De ese modo, puedes ver el valor que tiene su mano en relación con las cartas comunitarias. Nada de lo que hagas puede alterarlo realmente, ya que depende de lo que muestren las cartas comunitarias y de cómo interprete ese jugador el valor de sus cartas en relación con ellas. Ten en cuenta, sin embargo, que esto permite cierto desajuste entre el valor percibido de las cartas para cada jugador: un jugador podría ver valor en sus cartas y el otro no, quizá debido a diferentes niveles de experiencia u optimismo sobre lo que podrían ser las cartas comunitarias. Hasta cierto punto, pues, no puedes alterar el valor que tú o la relación tenéis para la otra persona: no puedes cambiar sus sentimientos ni hacer que encajes en una determinada situación que no funciona. Pero lo que puedes hacer es intentar influir en el otro de determinadas maneras, lo que es más parecido a un farol intencionado.

Hay muchas formas de farolear intencionadamente, pero aquí tienes las dos más sencillas: (i) fingir que tienes una mano de puntuación alta cuando no la tienes; o (ii) fingir que tienes una mano de puntuación baja cuando no la tienes. En el primer caso, presumiblemente el objetivo del farol es hacer que el otro jugador piense que va a perder contra ti, y acabe retirándose, dejándote sus fichas. En el segundo caso, es de suponer que el objetivo del farol es hacer creer al otro jugador que ganará contra ti, cuando en realidad tú tienes una mano mejor, que te llevará hasta el final, cuando tus cartas triunfen sobre las suyas y te quedes con sus fichas. Pero en una relación, ¿para qué sirve ese farol? Bueno, puede que en el primer caso sea una forma (mala) de permanecer en una relación cuando no te conviene, dando la impresión de que te interesa seguir con ella para quedarte con los recursos del otro. (O podría ser una táctica extraña para salir de la relación asustando a la otra persona). En el segundo caso, podría ser un mecanismo de protección para no invertir demasiado y fingir que te interesa menos de lo que te interesa, o para mantener al otro en una sensación de seguridad teniendo una relación de bajo mantenimiento que no exija sus recursos.

En esta analogía de las relaciones con el póquer, en lugar de emparejar personas con personas (que sería emparejar tus cartas con las del otro jugador), empareja personas con situaciones (tus cartas con las de la comunidad). Normalmente, tendemos a pensar que una buena relación es el emparejamiento de personas que tienen personalidades compatibles. Pero en esta analogía, es más bien que una buena relación es el resultado del emparejamiento de una persona con una situación compatible. Diferentes tipos de situaciones (cartas de la comunidad) hacen aflorar el valor de diferentes personas (tus cartas personales), por lo que lo bueno para ti podría ser no un determinado tipo de persona para cada situación, sino más bien una persona que sea buena para un determinado tipo de situación. Así pues, las personas y nuestras relaciones con ellas tienen su momento y su lugar.

So, para resumir, éstas son algunas de las cosas que he aprendido del póquer sobre cómo navegar por las relaciones:

    • Retirarse es un derecho del jugador. Una vez que uno de vosotros se retira, el juego entre vosotros ha terminado. Una retirada es una retirada. No significa no.
    • El equilibrio es necesario. Mientras pongáis cantidades iguales, el juego continúa.
    • El juego puede transcurrir con el mínimo esfuerzo, haciendo cada jugador sólo las apuestas ciegas para empezar, y luego simplemente pasando en cada ronda. Esta es una forma segura, pero muy aburrida, de jugar.
    • El juego puede transcurrir con el mínimo esfuerzo.
    • La partida puede transcurrir con apuestas altas, haciendo y subiendo las apuestas e invirtiendo más en el juego. Esto suele ser más divertido, pero más arriesgado: cuando hay más que ganar, también hay más que perder.
    • Mantenerse en el juego con apuestas altas es una forma segura pero muy aburrida de jugar.
    • Permanecer en un juego que no te funciona sólo porque has invertido mucho en él hasta ahora es cometer una falacia de coste hundido: estás tirando dinero bueno a malo.
    • El valor de tus cartas cambia a medida que se desarrollan las cosas en el juego, dependiendo de lo que te lancen y de cómo responda el otro jugador. Por lo tanto, es probable que haya altibajos.
    • A medida que se desarrollan las cosas, tienes que reevaluar el valor de tus cartas y decidir cuál será tu próximo movimiento. No porque tu último movimiento haya mostrado interés, tu próximo movimiento no tiene por qué hacerlo. Las cosas cambian.
    • Hay jugadores pasivos que sólo hacen lo mínimo para permanecer en una partida. Esto puede interpretarse como autoprotección o pereza; la manifestación de ambas cosas es similar, aunque su causa fundamental no lo sea.
    • Hay jugadores activos que sólo hacen lo mínimo para mantenerse en el juego.
    • Hay jugadores activos que hacen apuestas y se arriesgan. Esto puede interpretarse como generoso o insensato: se desconocen las razones que subyacen a tales comportamientos, aunque las razones sean importantes.
    • Puedes ser demasiado generoso o insensato.
    • Puedes ser demasiado cauto y retirarte siempre, sin experimentar nunca lo que el juego puede ofrecerte, o cómo puede cambiar el valor de tus cartas. A veces, la persistencia y la valentía dan sus frutos.
    • Puedes ser demasiado cauteloso y retirarte siempre.
    • Puedes ser demasiado ansioso y subir siempre, asustando al otro jugador al poner demasiado, lo que no puede permitirse o no quiere igualar. A veces, la moderación aumenta la longevidad.
    • Tu mano antes del flop puede ser engañosa en cuanto a su valor.
    • Tu mano antes del flop puede ser engañosa en cuanto a su valor.
    • El otro jugador puede ser engañoso con respecto a lo valiosa que le parece su mano.
    • Tu mano antes del flop puede ser engañosa con respecto a lo valiosa que le parece su mano.
    • Un buen jugador comunica bien lo que pretende comunicar, y sabe leer bien a los demás.
    • Las cartas comunitarias pueden ser buenas para un jugador y no para el otro, a pesar de estar ambos en la misma partida, trabajando con las mismas cartas comunitarias, debido a diferencias en sus cartas personales y en cómo se relacionan con las cartas comunitarias.
    • El juego puede ser divertido para ambos, divertido para uno o divertido para ninguno. Es bueno ser sensible a esto.
    • El juego puede ser divertido para ambos, divertido para uno o divertido para ninguno.
    • Tus fichas (y las del otro jugador) son limitadas. Por lo tanto, ¡juega con el corazón y con la cabeza!

    Entonces, ¿cómo juego al póquer y navego por las relaciones? Dado que a menudo pierdo en el amor, y que a menudo pierdo en el póquer (lo que probablemente habrás adivinado), quizá haya razones similares que expliquen por qué ocurre esto. Así pues, ha llegado el momento de hacer un autoanálisis crítico: resulta que disfruto más del juego que de ganar. Permanezco en el juego el mayor tiempo posible, hasta que me quedo sin recursos o los otros jugadores se retiran. Sin embargo, no me gusta jugar aburrido, o simplemente ver cómo van las cosas; más bien, me gusta ascender en una partida, por lo que me precipito hacia el final. No juego fríamente, ni calculadamente, y odio (y asumo que se me da mal) ir de farol. Pero hago apuestas de formas extrañas e impredecibles que parecen aleatorias, basadas en alguna lógica o método que creo en mi cabeza, inaccesible para los demás, lo que puede hacer que sea bastante difícil leerme incluso cuando no tengo intención de engañar.

    Mi comportamiento tiende a ser frío y calculador, y detesto (y asumo que se me da mal) ir de farol.

    Mi comportamiento tiende a la autodestrucción. Me sobreexcito y doy demasiado, sin recibir proporcionalmente. Me quedo sin recursos rápidamente y no soy lo suficientemente protector con ellos. No soy lo suficientemente selectivo sobre qué apuestas veo o qué manos persigo. Doy una oportunidad a la mayoría de las manos. Siempre hago la apuesta ciega, y suelo hacer las apuestas primero. Veo potencial donde no lo hay. Soy precipitado, espontáneo e impaciente. Expulso a la gente del juego, lo que va en detrimento de mi deseo de seguir jugando. Rara vez me retiro, pero siempre me retiran. Reconozco que me han tocado algunas manos de mierda (y algunas mierdas útiles). Pero también reconozco dónde puedo crecer. Podría ser más sensible a cómo les va el juego a los demás. Podría prestar más atención a cómo juegan los demás. Por último, podría trabajar en mi comunicación… Quiero decir, ¡imagínate intentar comunicarte con alguien que compara sus sentimientos de amor con jugar una partida de póquer y, lo que es peor, con la teoría bayesiana de la probabilidad! Pero creo firmemente que un juego es mejor que ningún juego, y ser jugador es más divertido que ser crupier. Como se suele decir, es mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca.

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    Suki Finn

    Es profesora de Filosofía en Royal Holloway, Universidad de Londres. Investiga en los ámbitos de la metametafísica y la filosofía de la lógica, y ha publicado sus trabajos en diversas revistas de filosofía.

    Suki Finn es profesora de filosofía en la Royal Holloway University de Londres.

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