Falsificación: Cómo destruir las ideas incorrectas

Sir Karl Popper escribió que la naturaleza del pensamiento científico es que nunca podemos estar seguros de nada.

La única forma de probar la validez de cualquier teoría era demostrar que era incorrecta, un proceso que él denominó falsificación. Y resulta que somos bastante malos en la falsificación.

Cuando se trata de probar una teoría, no intentamos instintivamente encontrar pruebas de que estamos equivocados. Es mucho más fácil y más satisfactorio mentalmente encontrar información que demuestre nuestra intuición. Esto se conoce como el sesgo de confirmación.

“La mente humana se parece mucho al óvulo humano, y el óvulo humano tiene un dispositivo de cierre. Cuando un espermatozoide entra, se apaga para que el siguiente no pueda entrar”.
— Charlie Munger

En el libro de Paul Tough, Cómo triunfan los niños: Grit, Curiosity, and the Hidden Power of Character, cuenta la historia de un psicólogo inglés, Peter Cathcart Wason, que ideó un “ingenioso experimento para demostrar nuestra tendencia natural a confirmar en lugar de refutar nuestras propias ideas”.

Se dijo a los sujetos que se les daría una serie de tres números que seguían una determinada regla conocida sólo por el experimentador. Su tarea consistía en averiguar cuál era la regla, lo que podían hacer ofreciendo al experimentador otras cadenas de tres números y preguntándole si estas nuevas cadenas cumplían o no la regla.

La cadena de números que se les dio a los sujetos era bastante sencilla:

2-4-6

Pruébalo: ¿Cuál es tu primer instinto sobre la regla que rige estos números? ¿Y cuál es otra cadena que podrías probar con el experimentador para averiguar si tu suposición es correcta? Si eres como la mayoría de la gente, tu primer instinto es que la regla es “números pares ascendentes” o “números que aumentan de dos en dos”. Y entonces adivinas algo como

8-10-12
Y el experimentador dice: “¡Sí! Esa cadena de números también cumple la regla”. Y tu confianza aumenta. Para confirmar tu brillantez, compruebas una posibilidad más, como diligencia debida, algo así como

20-22-24

“¡Sí!”, dice el experimentador. Otra oleada de dopamina. Y haces tu conjetura con orgullo: “La regla es: números pares, ascendiendo de dos en dos”. “¡No!”, dice el experimentador. Resulta que la regla es “cualquier número ascendente”. Así que el 8-10-12 se ajusta a la regla, es cierto, pero también el 1-2-3. O el 4-23-512. La única forma de ganar el juego es adivinar cadenas de números que demuestren que tu querida hipótesis es errónea, y eso es algo que cada uno de nosotros está constitucionalmente impulsado a evitar.

En el estudio, sólo 1 de cada 5 personas fue capaz de adivinar la regla correcta.

Y la razón por la que somos tan malos en juegos como éste es la tendencia al sesgo de confirmación: se siente mucho mejor encontrar pruebas que confirmen lo que crees que es cierto que encontrar pruebas que falsifiquen lo que crees que es cierto. ¿Por qué salir en busca de la decepción?

También hay un vídeo que explica el trabajo de Wason.

 

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