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¿Alguna vez te ha sorprendido alguien hablándote de repente cuando pensabas que estabas solo? Incluso cuando se disculpan por sorprenderte, tu corazón sigue latiendo con fuerza en tu pecho. Eres muy consciente de esta sensación. Pero, ¿qué tipo de experiencia es y qué puede decirnos sobre las relaciones entre el corazón y el cerebro?
Al considerar los sentidos, tendemos a pensar en la vista y el oído, el gusto, el tacto y el olfato. Sin embargo, éstos se clasifican como sentidos exteroceptivos, es decir, que nos informan sobre el mundo exterior. Por el contrario, la interocepción es un sentido que nos informa sobre nuestras sensaciones corporales internas, como los latidos de nuestro corazón, el aleteo de las mariposas en el estómago o la sensación de hambre.
El cerebro representa e integra las sensaciones del corazón y el cerebro.
El cerebro representa, integra y prioriza la información interoceptiva procedente del interior del cuerpo. Éstas se comunican a través de un conjunto de vías neuronales y humorales (es decir, sanguíneas) distintas. Esta percepción de los estados internos del cuerpo forma parte de la interacción entre el cuerpo y el cerebro: mantiene la homeostasis, la estabilidad fisiológica necesaria para la supervivencia; proporciona impulsos motivacionales clave, como el hambre y la sed; representa explícitamente sensaciones corporales, como la distensión de la vejiga. Pero eso no es todo, y ahí radica la belleza de la interocepción, ya que nuestros sentimientos, pensamientos y percepciones también están influidos por la interacción dinámica entre el cuerpo y el cerebro.
La interocepción es una forma de interacción entre el cuerpo y el cerebro.
Desde hace mucho tiempo se reconoce que la fisiología interna del cuerpo da forma a la experiencia emocional. El filósofo estadounidense William James sostuvo en 1892 que los aspectos mentales de la emoción, los “estados de sentimiento”, son producto de la fisiología. Invirtió nuestra causalidad intuitiva, argumentando que los propios cambios fisiológicos dan lugar al estado emocional: nuestro corazón no late con fuerza porque tengamos miedo; el miedo surge de nuestro corazón que late con fuerza. Experimentos contemporáneos demuestran que la representación neural y mental de las sensaciones corporales internas forma parte integrante de la experiencia de las emociones; los individuos con una interocepción aumentada tienden a experimentar las emociones con mayor intensidad. La ínsula anterior es un área cerebral clave, que procesa tanto las emociones como las señales viscerales internas, lo que respalda la idea de que esta área es clave en el procesamiento de las sensaciones corporales internas como medio para informar la experiencia emocional. Los individuos con mayor interocepción también presentan una mayor activación de la ínsula durante el procesamiento interoceptivo y una mayor densidad de materia gris de esta zona.
¿Qué es la interocepción reforzada? Algunas personas son más precisas que otras a la hora de percibir sus propias sensaciones corporales internas. Mientras que la mayoría de nosotros quizá seamos conscientes de los latidos de nuestro corazón cuando nos sobresaltamos o acabamos de correr hacia el autobús, no todo el mundo puede percibir con precisión los latidos de su corazón cuando está en reposo. La precisión interoceptiva puede comprobarse en el laboratorio; controlamos las señales fisiológicas y medimos con qué precisión pueden detectarse. Históricamente, la investigación se ha centrado en el corazón, ya que se trata de señales discretas que pueden cuantificarse fácilmente. Por ejemplo, un experimento típico podría consistir en la presentación de un estímulo externo periódico (p. ej., un tono auditivo) que está sincronizado con el latido del corazón, de forma que cada tono (“bip”) se produce cuando el corazón está latiendo, o entre latidos. Los participantes declaran si este estímulo externo es sincrónico o asincrónico con su propio corazón. La exactitud interoceptiva de un individuo es un índice de lo bien que es capaz de hacer esto.
La exactitud interoceptiva de un individuo es un índice de lo bien que es capaz de hacer esto.
También es posible medir índices subjetivos de la precisión con la que la gente piensa que detecta las sensaciones corporales internas, mediante cuestionarios y otras medidas de autoinforme. Mi trabajo demuestra que los individuos pueden ser interoceptivamente precisos (es decir, buenos en estas pruebas de percepción de los latidos del corazón) sin ser conscientes de que lo son. De este modo, las señales interoceptivas pueden guiar e informar sin penetrar plenamente en la conciencia consciente.
Diferencias individuales en la percepción de los latidos del corazón.
Las diferencias individuales en la interocepción también pueden investigarse mediante métodos de imagen cerebral, como la representación cerebral de las señales aferentes (por ejemplo, los potenciales evocados por el latido del corazón expresados en una señal neural de EEG). La neuroimagen funcional (IRMf) también puede utilizarse para investigar qué zonas del cerebro están más activas cuando se centran en una señal interoceptiva (p. ej., el corazón) en relación con una señal exteroceptiva (p. ej., un tono auditivo).
Nuestro corazón no es un órgano, sino un órgano.
Nuestros corazones no laten con regularidad y, aunque podemos identificar que nuestro corazón se acelera con el miedo o el ejercicio, quizá no apreciemos plenamente la complejidad de la estructura temporal subyacente a nuestros latidos. Por ejemplo, las señales cardiacas también están asociadas a estados como la anticipación. Esperar a que ocurra algo puede hacer que nuestro ritmo cardiaco disminuya: esto ocurre en los semáforos, cuando esperamos a que se pongan en verde. Estos efectos de la anticipación, que potencialmente facilitan que el cuerpo y la mente adopten un estado de preparación para la acción, ponen de relieve la composición significativa de las señales corporales internas.
Las señales corporales internas pueden ser profundamente informativas, por lo que percibirlas puede proporcionar un canal adicional de información para influir en la toma de decisiones. El instinto visceral o la intuición durante una partida de cartas también pueden guiarse por la interocepción. Las señales corporales (frecuencia cardiaca, respuesta de la conductancia cutánea) pueden señalar qué cartas son buenas (es decir, tienen más probabilidades de asociarse a un resultado positivo) incluso en ausencia de conocimiento consciente de que una carta es buena. Así pues, el corazón “sabe” lo que la mente aún no sabe, y el acceso a esta firma corporal puede guiar la toma de decisiones intuitivas hacia un resultado mejor. En una extrapolación de esto al mundo real, visité la Bolsa de Londres para trabajar con operadores de alta frecuencia. Estos operadores afirmaban que sus decisiones a menudo se guiaban por el instinto visceral, cuando se enfrentaban a información que llegaba rápidamente y que el cerebro consciente aún no podía procesar completamente. Mis colegas y yo demostramos que la precisión interoceptiva era mayor en los operadores más hábiles, lo que podría fundamentar sus instintos intuitivos en la capacidad de percibir cambios informativos en las señales corporales internas.
La apreciación de que las señales corporales pueden guiar la emoción y la cognición proporciona mecanismos interoceptivos potenciales a través de los cuales pueden alterarse estos procesos. La alexitimia, definida como un deterioro de la capacidad para detectar e identificar emociones, se asocia a una menor precisión interoceptiva. También se ha demostrado que los autistas, que a menudo tienen dificultades para comprender las emociones, tienen deteriorada la precisión interoceptiva. La representación neural de las señales corporales está alterada en el trastorno límite de la personalidad (también conocido como trastorno de la personalidad emocionalmente inestable), y se ha demostrado que las intervenciones diseñadas para centrarse en el cuerpo, como la atención plena, reducen la ansiedad. El conocimiento de la naturaleza de estos mecanismos corporales abre posibles vías para una mayor comprensión y una intervención específica.
Además de hablarnos de nuestras propias emociones, nuestro cuerpo responde a la alegría, el dolor y la tristeza de los demás. Nuestro corazón puede acelerarse cuando nuestros seres queridos experimentan miedo, y nuestras pupilas pueden adoptar una firma fisiológica de tristeza en respuesta a la tristeza de los demás. Si prestas atención a tu corazón y a tus respuestas corporales, pueden decirte cómo te sientes y permitirte compartir las emociones de los demás. La interocepción puede aumentar la profundidad de nuestras propias emociones, vincularnos emocionalmente a quienes nos rodean y guiar nuestros instintos intuitivos. Ahora estamos aprendiendo hasta qué punto la forma en que pensamos y sentimos está determinada por esta interacción dinámica entre el cuerpo y el cerebro.
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Es catedrática de Neurociencia y Psiquiatría en la Universidad de Sussex. Sus trabajos se han publicado en Harvard Review of Psychiatry y Brain: A Journal of Neurology, entre otros. Vive en Brighton.