Por qué hablarte a ti mismo en tercera persona te hace más sabio

La sabiduría y la buena toma de decisiones están en tu mano: en cuanto empieces a hablar de ti mismo en tercera persona

Atribuimos a Sócrates la intuición de que “la vida no examinada no merece la pena ser vivida” y de que “conocerse a sí mismo” es el camino hacia la verdadera sabiduría. Pero, ¿hay una forma correcta y otra incorrecta de llevar a cabo dicha autorreflexión?

La simple rumiación -el proceso de darle vueltas a tus preocupaciones en la cabeza- no es la respuesta. Es probable que te atasques en la rutina de tus propios pensamientos y te sumerjas en las emociones que podrían estar llevándote por mal camino. Ciertamente, la investigación ha demostrado que las personas propensas a la rumiación también suelen sufrir trastornos en la toma de decisiones bajo presión, y tienen un riesgo sustancialmente mayor de sufrir depresión.

Por el contrario, la rumiación no es la solución.

En su lugar, la investigación científica sugiere que adoptes un antiguo método retórico favorecido por personajes como Julio César y conocido como “illeísmo”, o hablar de ti mismo en tercera persona (el término fue acuñado en 1809 por el poeta Samuel Taylor Coleridge a partir del latín ille, que significa “él, eso”). Si estuviera considerando una discusión que he tenido con un amigo, por ejemplo, podría empezar por pensar en silencio para mí mismo: “David se sintió frustrado porque…” La idea es que este pequeño cambio de perspectiva puede despejar tu niebla emocional, permitiéndote ver más allá de tus prejuicios.

Una gran cantidad de investigaciones ya han demostrado que este tipo de pensamiento en tercera persona puede mejorar temporalmente la toma de decisiones. Ahora un preprint en PsyArxiv descubre que también puede aportar beneficios a largo plazo para el pensamiento y la regulación emocional. Los investigadores afirman que se trata de “la primera prueba de que los procesos cognitivos y afectivos relacionados con la sabiduría pueden entrenarse en la vida cotidiana, y de cómo hacerlo”.

Los hallazgos son obra del psicólogo Igor Grossmann de la Universidad de Waterloo (Canadá), cuyo trabajo sobre la psicología de la sabiduría fue una de las inspiraciones de mi reciente libro sobre la inteligencia y cómo podemos tomar decisiones más sabias.

El objetivo de Grossmann es construir una base experimental sólida para el estudio de la sabiduría, que durante mucho tiempo se ha considerado demasiado nebulosa para la investigación científica. En uno de sus primeros experimentos, estableció que es posible medir el razonamiento sabio y que, como ocurre con el cociente intelectual, las puntuaciones de las personas importan. Para ello, pidió a los participantes que debatieran en voz alta un dilema personal o político, y luego los puntuó en función de varios elementos del pensamiento considerados cruciales para la sabiduría desde hacía mucho tiempo, entre ellos: humildad intelectual; adoptar la perspectiva de los demás; reconocer la incertidumbre; y tener la capacidad de buscar un compromiso. Grossmann descubrió que las puntuaciones de estos razonamientos sabios eran mucho mejores que las de los tests de inteligencia para predecir el bienestar emocional y la satisfacción en las relaciones, lo que apoya la idea de que la sabiduría, tal como la definen estas cualidades, constituye un constructo único que determina cómo afrontamos los retos de la vida.

Trabajando con Ethan Kross en la Universidad de Michigan (Estados Unidos), Grossmann también ha buscado formas de mejorar estas puntuaciones, con algunos experimentos sorprendentes que demuestran el poder del ilusionismo. En una serie de experimentos de laboratorio, descubrieron que las personas tienden a ser más humildes, y están más dispuestas a considerar otras perspectivas, cuando se les pide que describan los problemas en tercera persona.

Imagina, por ejemplo, que estás discutiendo con tu pareja. Adoptar una perspectiva en tercera persona podría ayudarte a reconocer su punto de vista o a aceptar los límites de tu comprensión del problema en cuestión. O imagina que estás pensando en cambiar de trabajo. Adoptar la perspectiva distanciada podría ayudarte a sopesar los beneficios y los riesgos del traslado de forma más desapasionada.

Sin embargo, su investigación anterior sólo incluía intervenciones a corto plazo, lo que significa que no estaba nada claro si un razonamiento más sensato se convertiría en un hábito a largo plazo con la práctica regular del illeísmo.

Para averiguarlo, el último equipo de investigación de Grossmann pidió a casi 300 participantes que describieran una situación social desafiante, mientras dos psicólogos independientes les puntuaban en los distintos aspectos del razonamiento inteligente (humildad intelectual, etc.). A continuación, los participantes tuvieron que llevar un diario durante cuatro semanas. Cada día, tenían que describir una situación que acabaran de vivir, como un desacuerdo con un colega o una mala noticia. A la mitad se les pidió que lo hicieran en primera persona, mientras que a los demás se les animó a describir sus pruebas desde una perspectiva en tercera persona. Al final del estudio, todos los participantes repitieron la prueba de razonamiento inteligente.

Los resultados de Grossmann fueron exactamente los que esperaba. Mientras que los participantes de control no mostraron ningún cambio general en sus puntuaciones de razonamiento inteligente, los que utilizaron el illeísmo mejoraron en humildad intelectual, toma de perspectiva y capacidad para llegar a un compromiso.

Una fase posterior del estudio sugirió que esta nueva sabiduría también se traducía en una mayor regulación y estabilidad emocional. Una vez finalizada la intervención de cuatro semanas, los participantes tuvieron que predecir cómo cambiarían sus sentimientos de confianza, frustración o enfado hacia un familiar o amigo cercano durante el mes siguiente.

En consonancia con otros trabajos sobre “previsión afectiva”, las personas del grupo de control sobrestimaron sus emociones positivas e infravaloraron la intensidad de sus emociones negativas a lo largo del mes. En cambio, los que habían llevado un diario en tercera persona fueron más precisos. Un examen más detallado reveló que sus sentimientos negativos, en conjunto, estaban más apagados, y por eso sus predicciones optimistas eran más acertadas. Parece que su razonamiento más sensato les había permitido encontrar mejores formas de sobrellevar la situación.

Me parecen especialmente fascinantes estos efectos sobre las emociones y las relaciones, teniendo en cuenta que el ilusionismo suele considerarse infantil. No hay más que pensar en Elmo, de la serie infantil Sesame Street, o en el intensamente irritante Jimmy, de la comedia Seinfeld, que no son modelos de pensamiento sofisticado. Por otra parte, puede considerarse el signo de una personalidad narcisista, lo más opuesto a la sabiduría personal. Al fin y al cabo, Coleridge creía que era una treta para encubrir el propio egoísmo: basta pensar en los críticos del presidente estadounidense que señalan que Donald Trump se refiere a menudo a sí mismo en tercera persona. Evidentemente, los políticos podrían utilizar el illeísmo con fines puramente retóricos, pero, cuando se aplica a la reflexión genuina, parece ser una poderosa herramienta para razonar con más sensatez.

Como señalan los investigadores, sería interesante comprobar si los beneficios se aplican a otras formas de toma de decisiones, además de los dilemas más personales examinados en el estudio de Grossmann. Hay motivos para pensar que sí. Anteriores experimentos han demostrado, por ejemplo, que la rumiación conduce a peores elecciones en el póquer (de ahí que los jugadores expertos se esfuercen por mantener una actitud distante y emocionalmente distanciada), y que una mayor conciencia y regulación emocional puede mejorar el rendimiento en el mercado de valores.

Mientras tanto, el trabajo de Grossmann sigue demostrando que el tema de la sabiduría es digno de un estudio experimental riguroso, con beneficios potenciales para todos nosotros. Es notoriamente difícil aumentar la inteligencia general mediante el entrenamiento cerebral, pero estos resultados sugieren que un razonamiento más sabio y una mejor toma de decisiones están al alcance de todos.

Esta es una adaptación de un artículo publicado originalmente por The British Psychological Society’s Research Digest.

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David Robson

es escritor científico. Es autor de El efecto expectativa: cómo tu mentalidad puede transformar tu vida (2022) y La trampa de la inteligencia: por qué la gente inteligente hace cosas estúpidas y cómo tomar decisiones más sabias (2019). Vive en Londres.

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