7. Arte Griego

Adultos en la habitación
Adultos en la habitación

El arte griego, el ego olímpico y los inventores del mundo moderno

Todo lo que florece termina inevitablemente por decaer. Sin embargo, el recuerdo de nuestra grandeza será un legado para la posterioridad… Y al habernos procurado un poderío con pruebas más que evidentes y no sin testigos, daremos ocasión de ser admirados a los hombres de ahora y a los venideros… tras haber obligado a todas las tierras y mares a ser accesibles a nuestro arrojo… hemos contribuido a fundar recuerdos imperecederos. — Pericles (hombre de Estado ateniense, siglo V a.C.)

Heracles and Athena, black-figure side of a belly amphora by the Andokides Painter, c. 520/510 BC
Heracles and Athena, black-figure side of a belly amphora by the Andokides Painter, c. 520/510 BC

Pericles tenía razón. El mundo que él contribuyó a crear decayó. Pero su recuerdo e influencia han perdurado casi 2.500 años, superando todas las épocas hasta alcanzar el momento presente.

Ya estés viendo una obra de teatro o una película; animando a tu país en unos Juegos Olímpicos; debatiendo una cuestión ética; bregando con un problema matemático abstracto; o votando al alcalde de tu localidad, tus acciones están arraigadas en la antigua Grecia. Los griegos echaron los cimientos del mundo moderno. Ellos inventaron la democracia, la lógica, la ética, el drama, los Juegos Olímpicos, la historiografía, las matemáticas abstractas y el método racional (precursor de la ciencia moderna); sentaron las bases del arte occidental y desarrollaron estilos arquitectónicos que todavía hoy imitamos.

Los griegos sabían de lo que hablaban

Los griegos nos legaron valiosas obras de arte y muchos libros y tratados donde se hablaba de formas de gobierno, educación, vida cotidiana, economía e incluso relaciones amorosas. Aquí tienes unas cuantas citas famosas:

  • “Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. Puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia.
  • Respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares.” Pericles
  • “La personas buenas no necesitan leyes para actuar responsablemente. Las malas buscarán cómo saltárselas.” Platón
  • “No podemos aprender sin dolor.” Aristóteles
  • “La parte más importante de la educación es una formación adecuada en la primera escuela.” Platón
  • “El amor es una enfermedad mental grave.” Platón (soltero empedernido)
  • “Solo hay un bien: el conocimiento. Solo hay un mal: la ignorancia.” Sócrates

Debemos nuestra cultura occidental a la Grecia antigua en su conjunto, pero en particular a Atenas (situada en la costa del mar Egeo), que quizá sea la ciudad más creativa de la historia (Florencia, en Italia, ocuparía el segundo lugar; ver el capítulo 12).

¿Cómo pudo una ciudad-estado tan pequeña iniciar el mundo moderno hace dos milenios y medio? Continúa leyendo.

Historias de los minoicos: diosas serpiente, minotauros y saltadores de toros

La cultura egea (la civilización que creció en torno al mar Egeo) no comenzó con los griegos, sino con los minoicos a finales del tercer milenio antes de Cristo. Los minoicos vivieron en la isla de Creta (al sur de lo que más tarde se convertiría en la Grecia continental), que mide aproximadamente 240 kilómetros de largo y 58 kilómetros en su punto más ancho. Aunque comerciaron con los egipcios y los mesopotámicos, los minoicos vivieron en un aislamiento relativo y desarrollaron una cultura única. Su arte no solo se centró en la muerte y la guerra, como en el caso de los egipcios y mesopotámicos, sino que también abordó temas como la vida, la belleza y ¡pasarlo bien!

Los minoicos toman su nombre del mítico rey Minos, quien supuestamente gobernó Creta y tuvo una “mascota” mitad hombre mitad toro llamada minotauro. El nombre de la mascota es una variación del nombre del rey, ya que el minotauro también era su hijastro. ¡La esposa de Minos le engañó con un toro! (¡y tú pensando que Mujeres desesperadas era una serie libidinosa!). Minos encerró a su monstruoso hijastro en un laberinto y le entregó en sacrificio doncellas y donceles hasta que el mítico héroe ateniense Teseo acabó con la bestia.

De todos modos, los minoicos eran un pueblo pacífico. Fabricaron más herramientas que armas, y su dios más poderoso no era un machote lanzador de rayos como Zeus, sino una diosa serpiente de aspecto sensual. Sus animales de culto (asociados a su adoración) eran la paloma, la serpiente y el toro. El mito del minotauro probablemente surgió del infame deporte religioso que practicaban los minoicos, el salto del toro.

Los minoicos construyeron palacios (aunque mucho menos impresionantes que los palacios egipcios y mesopotámicos) que decoraron con bellos murales. De hecho, las pinturas murales fueron su principal logro cultural. El fresco de La taurocatapsia (en torno al 1500 a.C.), que representa el ritual del salto del toro, es el ejemplo más destacado (ver la figura 7-1).

Observa que las mujeres saltadoras (delante y detrás del toro) tienen la piel clara, lo cual indica que pasaban más tiempo bajo techo que el saltador varón de piel oscura. No obstante, esta es la primera vez en la historia del arte que existe igualdad total entre sexos. Los hombres y las mujeres participan de igual a igual en este peligroso pero divertido deporte religioso. De hecho, había más practicantes femeninas.

Los cuerpos esbeltos que vemos en el fresco de La taurocatapsia están rebosantes de vida. Incluso la cola del toro, en forma de S, parece irradiar una energía vivaz. Las formas sinuosas del toro y el saltador están en perfecta armonía, lo cual indica que los cretenses eran muy amantes de la naturaleza. El siguiente saltador está de puntillas, esperando impaciente que le llegue el turno, mientras que un saltador anterior sujeta al animal por los cuernos (obviamente la imagen está un poco dramatizada). Las posiciones de los tres saltadores hacen referencia a la secuencia de acciones necesarias para saltar el toro.

Los minoicos no corrían delante de los toros como se hace en Pamplona, sino que daban volteretas acrobáticas por encima de ellos, como puede verse en el fresco de La taurocatapsia encontrado en Cnosos (Creta)
Los minoicos no corrían delante de los toros como se hace en Pamplona, sino que daban volteretas acrobáticas por encima de ellos, como puede verse en el fresco de La taurocatapsia encontrado en Cnosos (Creta)

Compara las formas minoicas, elegantes y fluidas como las olas, con las formas rígidas del arte egipcio (ver el capítulo 6) y el arte mesopotámico (ver el capítulo 5). Estas dos culturas se desarrollaron en torno a sendos ríos y estaban cercadas por desiertos. La civilización minoica, en cambio, fue la primera que estuvo rodeada por un mar. Las olas del Egeo bañan y refrescan todas las manifestaciones artísticas y culturales de los minoicos.

Si el arte es un reflejo de la vida, los minoicos debieron de ser un pueblo con muchas ganas de pasarlo bien. Sus murales muestran delfines saltando, pulpos de largos tentáculos, animados paisajes florales y motivos ondulantes inspirados en el mar (un poco como la decoración de un parque temático sobre animales marinos). Por desgracia, puede que su cultura fuera demasiado alegre y relajada como para sobrevivir en un mundo tan brutal.

Alrededor del año 1500 a.C., las agresivas tribus griegas invadieron Creta y establecieron la primera cultura griega. Gradualmente, los griegos fueron expandiéndose por la península del Peloponeso y las islas Egeas.

Sin embargo, los minoicos conquistados no desaparecieron por completo. Se fusionaron con los griegos y crearon lo que se ha dado en llamar cultura micénica. Los micénicos inventaron los pintorescos mitos griegos que han llegado hasta nuestros días y dieron pie a la guerra de Troya, narrada en el poema épico más importante jamás escrito, la Ilíada.

Tras la guerra de Troya, la cultura micénica se extinguió y dio paso a otra oleada de tribus griegas invasoras, los dorios, que se establecieron en Esparta y en la península del Peloponeso. Los griegos de las polis jonias, llegados varios siglos antes, permanecieron atrincherados en Atenas y en la península del Ática, donde residían desde la época del mítico Teseo y los minoicos.

Tras la caída de la civilización micénica, tuvieron que transcurrir varios siglos de hostilidades antes de que floreciera lo que se ha dado en llamar Grecia clásica, una constelación de ciudades-estado que ocupaban un vasto territorio, desde Asia Menor y la Grecia continental hasta Sicilia y la costa mediterránea de Francia. Aunque compartían la misma lengua y cultura, los estados griegos guerreaban entre ellos con frecuencia. Durante los cuatrocientos años que siguieron a la conquista de la civilización micénica, los griegos no produjeron obras de arte significativas, ya que estaban demasiado ocupados luchando para obtener poder y riquezas. En el siglo VIII a.C., cuando las cosas se calmaron un poco, fue cuando surgieron las primeras manifestaciones de la cultura griega en las artes visuales y la literatura. La Ilíada y la Odisea se escribieron en los siglos VIII y VII a.C, respectivamente.

La escultura griega: de una simetría austera a un equilibrio delicado

Los griegos absorbieron la rigidez de los egipcios, con los que comerciaban, y las formas fluidas de los minoicos. Poco a poco fueron combinando las dos cosas en un arte idealizado y a la vez naturalista que muchas personas consideran el más destacado del mundo antiguo.

De los kuros al Efebo de Kritios

La evolución de la escultura griega desde las rígidas estatuas de los siglos VII y VI a.C., llamadas kuros, hasta el Efebo de Kritios (hacia 480 a.C.) se corresponde con el cataclismo político que experimentó Atenas y que se amplió a muchas otras ciudades-estado. En el año 508 a.C, el despotismo (el gobierno de uno solo) fue sustituido por la democracia (el gobierno de todos los ciudadanos varones). Los kuros (“joven atleta”) representaban el orden antiguo y la aristocracia, rígida, fuerte y orgullosa. El Efebo de Kritios, más naturalista, representa la democracia, relajada, grácil y realista. El Efebo de Kritios era una versión idealizada del hombre de la calle, en oposición al rígido superhéroe que mostraban los kuros.

El período arcaico

Los griegos acabaron poniendo su propio sello en todas las importaciones culturales. No obstante, en los siglos VII y VI a.C., durante el período arcaico (650 a.C.-480 a.C.), las esculturas griegas parecían estatuas sacadas de una vieja tumba egipcia. Obviamente, los artistas habían visitado Egipto o estudiado con detenimiento las importaciones.
Compara el kuros del período arcaico de Grecia expuesto en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (hacia 600 a.C.) con las estatuas egipcias del rey Micerino y su reina (esculpidas en torno al año 2515 a.C.). La estatua griega casi parece estar diciendo: “Soy un egipcio”. El kuros es igual de simétrico y rígido que la estatua del faraón, aunque la escultura de Micerino es más refinada. Tanto el kuros como el rey Micerino tienen los hombros rectos; los brazos y piernas muy rígidos; y los puños fuertemente cerrados junto a los costados. Ambos tienen el pie izquierdo ligeramente adelantado, las rótulas pronunciadas y geométricas, y hasta las mismas pantorrillas angulosas, como si las hubieran tallado con un viejo cepillo de carpintero. Sin embargo, hay diferencias. El kuros está totalmente desnudo. Los faraones nunca se representaron desnudos; de hecho, tan solo los niños egipcios solían aparecen en cueros.
La versión femenina de la estatua arcaica se llama kore, que significa “mujer joven”. Las kores nunca están desnudas. En Grecia, únicamente los varones tenían permiso para andar por ahí enseñando las vergüenzas. Las mujeres griegas generalmente se quedaban en casa cosiendo y cocinando (salvo en Esparta). Cuando salían a coger agua, por ejemplo, llevaban vestidos largos.

Los griegos fueron abandonando poco a poco la estricta simetría egipcia en favor de un equilibrio más sutil. El kuros de la figura 7-2, esculpido en torno al 525 a.C., setenta y cinco años después del Kuros expuesto en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (ver Apéndice), es mucho más realista, aunque todavía adopta la misma pose egipcia.

Las delicadas curvas de los hombros, brazos y muslos son mucho más realistas que en la versión anterior. La estatua antigua parece un hombre de piedra, mientras que esta otra es casi un atleta de carne y hueso, preparado para aprender a caminar.

Aunque continúa firme como un soldado congelado, este kuros más tardío, llamado Kroisos, ilustra la progresión griega hacia una escultura más naturalista (la piedra parece carne real)
Aunque continúa firme como un soldado congelado, este kuros más tardío, llamado Kroisos, ilustra la progresión griega hacia una escultura más naturalista (la piedra parece carne real)

Sin embargo, todavía tenían que transcurrir otros cien años para que las esculturas transmitieran sensación de movimiento. Antes los escultores tenían que aprender a representar el cuerpo en una postura relajada, en lugar de rígida.

El período clásico

En el período clásico (480 a.C.-400 a.C.), el Efebo de Kritios (llamado así por el artista que probablemente lo esculpió) ha aprendido a tomarse las cosas con más tranquilidad (ver la figura 7-3). El artista ha redistribuido el peso. Ahora la cadera izquierda está un poco más alta que la derecha, de manera que el peso del Efebo de Kritios descansa cómodamente sobre su pie izquierdo, no sobre los dos pies como en el caso del kuros (ver el apartado anterior). Los contornos de los muslos son extremadamente realistas, igual que el leve abultamiento de la barriga. El rostro también es más humano que el de un kuros (su aspecto de máscara se debe a que le faltan los ojos que tenía incrustados).
Fíjate en las rodillas: la izquierda está tensa, y la derecha, relajada, lo cual nos indica cómo está distribuido el peso. El escultor ha aprendido a representar el cuerpo simétrico de un hombre joven en una postura asimétrica. El siguiente paso será hacer que la estatua camine, corra, salte o lance un objeto (o al menos lo parezca).

Las estatuas griegas empiezan a ponerse cómodas en torno al 480 a.C. El Efebo de Kritios marca el punto de inflexión. El escultor ha aprendido a girar el cuerpo lo justo para que tenga un aspecto más relajado
Las estatuas griegas empiezan a ponerse cómodas en torno al 480 a.C. El Efebo de Kritios marca el punto de inflexión. El escultor ha aprendido a girar el cuerpo lo justo para que tenga un aspecto más relajado

El Auriga de Delfos (hacia 470 a.C.; ver la figura 7-4) está más rígido que el Efebo de Kritios, pero suponemos que esa postura erguida ayudaba a que lo vieran de pie en su carroza en lo alto de un monumento. La concentración que vemos en su rostro y los pliegues elegantes y naturales de su ropa son característicos del realismo griego del siglo V, también conocido como estilo severo. La estatua se encargó para celebrar una victoria deportiva, una carrera de cuádrigas. Los eventos deportivos despertaban pasiones en Grecia. Durante los Juegos Olímpicos se interrumpían todas las guerras para que los griegos pudieran competir por conseguir hojas de laurel, en lugar de luchar por dinero y poder.

El hecho de que la figura se realizara en bronce pone de manifiesto la alta estima en que tenían los griegos a sus héroes deportivos. Tenían el estatus de dioses, sobre todo en sus lugares de nacimiento, donde recibían una pensión y comida gratis para el resto de su vida.

La expresión noble y el gesto orgulloso del Auriga de Delfos indican el respeto que imponían los héroes deportivos en la sociedad griega
La expresión noble y el gesto orgulloso del Auriga de Delfos indican el respeto que imponían los héroes deportivos en la sociedad griega

Los escultores de la época dorada: Policleto, Mirón y Fidias

El estilo clásico comenzó aproximadamente el año 450 a.C., cuando los escultores griegos aprendieron a transmitir sensación de movimiento con las estatuas. El Discóbolo (“lanzador de disco”) de Mirón representa el cuerpo de un atleta en un instante de máxima tensión, preparado para liberar toda su energía. Sin embargo, la serenidad clásica del rostro y de la mirada contrasta con la acción del cuerpo, lo que confiere al atleta una cualidad atemporal, como si fuera a lanzar el disco hacia la eternidad.
Policleto creó una sensación de equilibrio a través de tensiones opuestas que también imprimen dinamismo. La postura ligeramente desplazada que confiere a la escultura ese aspecto relajado y a la vez equilibrado se llama contrapposto. Este efecto puede verse en una copia romana del Doríforo (“portador de lanza”; ver la figura 7-5) de Policleto. El brazo izquierdo flexionado contrasta con la pierna derecha extendida, que soporta el peso del cuerpo, mientras que el brazo derecho extendido compensa la flexión de la pierna izquierda, que parece impulsar a la figura hacia delante. Estas fuerzas opuestas mantienen la sensación de equilibrio a la vez que transmiten tensión y dinamismo. El filósofo griego Heráclito (hacia 535 a.C.-475 a.C.) resumió este concepto: “La oposición trae concordia”.

Policleto escribió un libro sobre las reglas de proporción llamado Canon, que fue seguido por varias generaciones de artistas griegos y romanos. El Doríforo original se realizó en bronce para ilustrar los principios del Canon. Las numerosas copias del Doríforo que se han conservado son prueba de su popularidad y del respeto que tenían los copistas romanos por el Canon de Policleto.

Esta copia romana del Doríforo de Policleto muestra tensión y relajamiento a la vez. Casi 2.500 años después de haberse esculpido, todavía conserva el esplendor de la época dorada de Grecia (hacia 450 a.C.- 440 a.C.)
Esta copia romana del Doríforo de Policleto muestra tensión y relajamiento a la vez. Casi 2.500 años después de haberse esculpido, todavía conserva el esplendor de la época dorada de Grecia (hacia 450 a.C.- 440 a.C.)

El término griego canon significa “regla” o “norma”. Hoy en día, cuando alguien habla del canon en la historia del arte, se refiere a las obras maestras que “están a la altura” o satisfacen una serie de criterios artísticos que permiten incluirlas entre las grandes obras de todos los tiempos.

Para asegurar la supervivencia de la cultura griega, las ciudades-estado disgregadas tenían que poder defenderse de agresores externos como los persas. En 480 a.C., los atenienses frustraron una invasión persa superando en astucia a su poderoso enemigo. Gracias a una hábil maniobra de formación, su armada de 380 navíos destruyó una flota persa muy superior (1.207 barcos) en la batalla de Salamina. Esto dio gran prestigio a Atenas en el mundo griego y situó la ciudad en el centro de una alianza defensiva llamada Liga de Delos. Todos los estados miembros aportaron dinero para pagar la flota, controlada por Atenas. Pericles, el más destacado líder ateniense, desvió dinero procedente de los fondos de defensa para hacerle un lavado de cara a Atenas, que se convirtió en una de las ciudades más gloriosas del mundo antiguo. Esto aumentó todavía más el prestigio de la ciudad-estado, pero también despertó las envidias y el temor de rivales como Esparta y Corinto, además de causar el enfado de los aliados de Atenas. La rivalidad fue en aumento hasta que finalmente estalló la guerra del Peloponeso, el año 431 a.C. La guerra terminó el año 404 a.C. con la derrota definitiva de Atenas. La época dorada de Grecia había concluido, pero la época de Alejandro Magno y el helenismo, que habría de expandir la cultura griega por la mayor parte del mundo civilizado, estaba a punto de comenzar.

Si la proverbial “gloria de Grecia” descansara sobre los hombros de dos hombres, esos serían Pericles y Fidias. Fidias fue el escultor griego más famoso y el supervisor general de los proyectos de construcción de Pericles en la Acrópolis ateniense (la parte alta de Atenas).

Una de las esculturas más destacadas de Fidias fue una imponente estatua de oro y marfil de la diosa Atenea erigida en el Partenón. Esa y la mayoría de las obras de Fidias se han perdido. Las únicas esculturas que han sobrevivido (o quizá fueran obras de su taller, ver el párrafo siguiente) son los frisos y las estatuas de los pedimentos del Partenón, muchas de las cuales se encuentran ahora en el Museo Británico. No obstante, ese legado, junto con los elogios de escritores de la Antigüedad, basta para asegurar la inmortalidad del escultor. Los antiguos dijeron de las obras de Fidias que eran sublimes y atemporales.
Desde la época antigua hasta entrado el siglo XVIII, los artistas solían trabajar en talleres bajo la dirección de un maestro escultor o pintor, como Fidias. En esos casos, los aprendices podían incluso tallar el diseño de su maestro, quien luego se encargaba de las últimas correcciones.

Las estatuas del Partenón que han sobrevivido (muchas de ellas en fragmentos) tienen las mismas características que describieron los escritores de la Antigüedad. Las figuras parecen contemplarse a sí mismas participando en la acción, como si pertenecieran a la vez a este mundo y al cielo de Grecia, el Olimpo. Aunque las cabezas de las Tres diosas (actualmente en el Museo Británico) se han perdido, la extraordinaria ejecución de sus vestimentas (que poseen este aspecto mojado o ceñido del que fue precursor Fidias) habla por ellas, hasta el punto de revelar los estados de ánimo y la sensualidad de las mujeres de carne y hueso que llevaban esas prendas. ¿Qué están haciendo las tres diosas? Observar el nacimiento de Atenea, la diosa de la sabiduría, que surge, ya adulta, de la frente de Zeus. Plutarco, escritor griego del siglo I que vio el Partenón y las obras de Fidias cinco siglos después de haberse creado, escribió:

Tanto brilla en esas obras un cierto lustre que conservan su aspecto intacto por el tiempo, como si tuviesen un aliento siempre floreciente y un espíritu exento de vejez.

Hoy, aunque estén en ruinas, ese “espíritu exento de vejez” permanece.

La escultura del siglo IV

Tras la caída de Atenas en el año 404 a.C., la ciudad-estado fue recuperándose gradualmente, aunque nunca volvió a su antigua gloria. A pesar de ello, la filosofía griega alcanzó su apogeo en el siglo IV a.C. (puede que la derrota de Atenas infundiera a todos los atenienses el gusto por el pensamiento filosófico). Platón enseñó en su famosa Academia desde el 387 a.C. hasta el 347 a.C. aproximadamente, y Aristóteles, su alumno más destacado, enseñó en el Liceo de Atenas desde el 335 a.C. hasta el 322 a.C., tras educar a Alejandro Magno en Pella, Macedonia.

El siglo IV también produjo tres grandes escultores: Praxíteles, Escopas y Lisipo (el escultor privado de Alejandro Magno). En la escultura del siglo IV, la técnica de los paños mojados se perfeccionó, pero la atemporalidad asociada a Fidias y Policleto se sustituyó por una mayor atención a lo cotidiano o terrenal. Por ejemplo, Praxíteles representa a su Afrodita de Cnido preparándose para tomar un baño, mientras que su Hermes (ver la figura 7-6) dirige una mirada cariñosa al niño Dioniso que sostiene en brazos.

Praxíteles tenía una gran habilidad para imprimir a sus estatuas un aspecto sensual, como puedes ver en esta copia helénica o romana de su Hermes con el niño Dioniso (hacia 320 a.C.-310 a.C.)
Praxíteles tenía una gran habilidad para imprimir a sus estatuas un aspecto sensual, como puedes ver en esta copia helénica o romana de su Hermes con el niño Dioniso (hacia 320 a.C.-310 a.C.)

Las estatuas del siglo IV generalmente tienen un sentimiento y una sensualidad que no están presentes en la escultura del siglo V. Compara el Doríforo de Policleto, representado en la figura 7-5, con el Hermes de Praxíteles, representado en la figura 7-6.

Asimismo, durante el siglo IV a.C. se esculpieron los tres primeros desnudos femeninos de bulto redondo. Praxíteles despojó de ropa a Afrodita, la diosa del amor, para revelar toda su exquisita belleza y su gracia. La Afrodita desnuda fue un exitazo, y de ella se hicieron muchas copias. Praxíteles fue un maestro de la sensualidad; esculpió las delicadas y curvilíneas formas femeninas como nadie, y logró que el mármol imitara a la perfección la suavidad y morbidez de la carne. La Afrodita de Cnido original, como casi todas las grandes estatuas griegas, se ha perdido y tan solo se conoce a través de imitaciones romanas y descripciones escritas. La estatua de Hermes con el niño Dioniso creada por Praxíteles (ver la figura 7-6) es casi tan famosa como su Afrodita, e igual de bella. La suavidad y serenidad clásica de los rasgos faciales, junto con la delicada gracia del cuerpo de Hermes, son los rasgos característicos del estilo praxiteliano. En un primer momento se creyó que el Hermes era la obra original, pero ahora la opinión general es que se trata de una copia excelente, más próxima al espíritu del original que la copia de la Afrodita de Cnido.

La pintura de vasos griegos

La decoración cerámica griega evolucionó desde un estilo geométrico algo primitivo (siglo X a siglo VIII a.C., donde las personas y animales se representan con cuerpos filiformes) hasta el estilo preclásico de principios del siglo v a.C., muy realista. Grecia también mantuvo un breve romance con el estilo oriental, influenciado por el comercio con Mesopotamia.

Rayas y figuritas: el estilo geométrico

A primera vista, las pinturas de los vasos griegos del siglo X al siglo VIII a.C. parecen los dibujitos de un niño. Un examen más detenido revela una compleja red de motivos geométricos: grecas y chevrones (un dibujo parecido a un compás), cuadrados, puntos y líneas ondulantes, así como representaciones esquemáticas de personas y animales. Los vasos geométricos también podían contar historias. La Crátera del Dípilon, expuesta en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, muestra figuras esquemáticas tirándose de los pelos en señal de duelo ante la pira funeraria de un guerrero griego.

En el siglo siguiente, el estilo orientalizante, más realista, permitió una narración visual más clara. El cuello del ánfora de estilo oriental hallada en Eleusis (un ánfora es un recipiente utilizado para almacenar y escanciar vino o aceite de oliva) representa una escena de la Odisea en la que Odiseo y sus compañeros dejan ciego al cíclope Polifemo clavándole una estaca ardiente en su único ojo. Para lograr su hazaña, Odiseo tuvo primero que emborrachar al gigante. La copa de vino que Polifemo lleva en la mano hace referencia a este episodio anterior.

La influencia mesopotámica está limitada a las figuras. Odiseo y sus hombres tienen aspecto de mesopotámicos (en particular, se observa una clara semejanza con la parte superior del hombre escorpión que aparece en el registro inferior del Arpa de Puabi; ver el capítulo 5). Los animales de la parte central y las gorgonas (hermanas de Medusa, que tenía serpientes venenosas en lugar de cabellos) representadas en el cuerpo del ánfora también tienen cierto aire de Oriente Próximo. No obstante, los griegos pusieron su toque personal a los monstruos. Si te fijas, verás que las gorgonas de ojos saltones enseñan sus piernas izquierdas como si fueran bailarinas de cancán.
Las líneas onduladas que decoran la parte superior, la base y el cuello del ánfora son reminiscencias del período geométrico.

Figuras negras y figuras rojas

En el siglo VI a.C., el estilo orientalista dio paso al estilo arcaico, aún más realista. Los pintores del estilo arcaico emplearon dos técnicas: la técnica de figuras negras, que comenzó a principios del siglo VII a.C., y la técnica de figuras rojas, que se inventó en torno al año 530 a.C.
En la pintura de figuras negras, el artista perfilaba primero las figuras sobre el vaso de arcilla roja utilizando un palito de plomo o de carbón vegetal, y luego las rellenaba con una pasta de arcilla húmeda. Al cocer el vaso, la pasta de arcilla se ponía negra, mientras que la parte no pintada conservaba su color rojo. A menudo se añadían detalles con pasta de arcilla teñida de morado o rojo, como en el ánfora de Psiax llamada Hércules estrangulando al león de Nemea. En esta escena, Hércules, custodiado por Atenea (a la derecha del espectador), mata al león de Nemea, uno de sus famosos doce trabajos.

La técnica de figuras negras fue sustituida gradualmente por un proceso inverso llamado técnica de figuras rojas, que permitía al artista crear figuras más detalladas.
En la técnica de figuras rojas, el artista dibujaba las figuras, a continuación marcaba los bordes delicadamente y luego pintaba los detalles con pasta de arcilla (los historiadores no están seguros de cómo se hacía este paso; probablemente fuera con un pincel fino o una herramienta puntiaguda). Por último, pintaba el fondo con pasta de arcilla (que se oscurecía en el horno) hasta llegar al borde inciso que delimitaba la figura.

Echa un vistazo al trabajo de la Crátera de Medea. Semejante nivel de detalle no pudo haberse logrado con la técnica de figuras negras. Esta crátera, pintada aproximadamente treinta años después de que en Atenas se estrenara Medea, la famosa tragedia de Eurípides, representa el clímax de la obra: la bruja Medea acaba de asesinar a sus hijos para vengarse de su esposo Jasón (el de Jasón y los argonautas), que le ha sido infiel. Con la espada en alto, huye en un carro tirado por dragones regalo de su abuelo Helios, el dios del Sol. Jasón, todavía con su arma pero ya derrotado, le dirige una mirada de impotencia. Las mujeres aladas que flanquean a Medea, las hijas de la noche, lucharán por él. Se trata de las erinias, cuya misión es vengar asesinatos cometidos en el seno familiar. Sin embargo, les va a costar mucho superar los rayos de sol de Helios.

Los secretos de las ruinas: la arquitectura griega

Los estilos arquitectónicos griegos siempre han sido populares. Los romanos los imitaron durante siglos. Los europeos los imitaron desde el Renacimiento hasta entrado el siglo XIX, y en Estados Unidos incluso surgió un movimiento arquitectónico llamado neogriego, inspirado en la Grecia antigua. De hecho, ese país está plagado de columnas, cornisas y pedimentos.

Los griegos inventaron los tres órdenes o sistemas arquitectónicos: dórico, jónico y corintio (ver la figura 7-7). Cada orden está basado en unas relaciones numéricas precisas, de manera que todos los elementos arquitectónicos de una estructura guardan una armonía; igual que notas musicales, deben estar en la misma clave arquitectónica o provocarán disonancias.

En el orden dórico (ver la figura 7-7), cada par de columnas está coronado por tres triglifos. Un triglifo se parece a un conjunto de minicolumnas. Una metopa es el espacio que hay entre dos triglifos, decorado a veces con bajorrelieves. Toda la sección horizontal, entre las columnas y el pedimento triangular (que también suele estar decorado con relieves), se denomina entablamento.

Los órdenes dórico, jónico y corintio fueron inventados por los griegos
Los órdenes dórico, jónico y corintio fueron inventados por los griegos

Los relieves de los pedimentos son muy difíciles de esculpir, ya que el artista tiene que encajar la narración visual dentro del triángulo sin perjuicio de la naturalidad de las figuras, que deben tener una altura cada vez menor conforme nos acercamos a los extremos. Una batalla entre amazonas y pigmeos sería fácil de representar en este espacio. Pondríamos a las amazonas en el centro y a los pigmeos en los extremos. Las escenas de batalla de los pedimentos a menudo muestran guerreros de pie en el centro y otros tumbados junto a ellos, además de arqueros en cuclillas y hombres muertos en las esquinas, como en el Templo de Afaya, en Egina.

En el orden dórico, las columnas descansan sobre una plataforma de tres escalones. Las columnas son acanaladas (ver la figura 7-7), como todas las columnas griegas, tienen 20 estrías y se estrechan hacia arriba. La terminación de la columna dórica (el capitel) se compone de dos piezas: la de abajo (el equino) tiene forma curva, como un plato, y la de arriba (el ábaco) es rectangular. Los templos dóricos se construyeron con bloques de piedra unidos sin mortero, por lo que debían cortarse a la perfección para lograr un encaje perfecto y un aspecto elegante.

El Partenón (ver la figura 7-8) es un templo dórico construido entre los años 447 a.C. y 438 a.C. durante el reinado de Pericles, supervisado por Fidias y diseñado por dos arquitectos, Ictino y Calícrates. Con 8 columnas de ancho y 17 de largo, es más grande que el templo dórico de Hera (el Hereo), construido en Paestum cien años antes, y sin embargo parece más ligero y grácil. Los arquitectos lograron ese efecto alterando las proporciones (o dicho de otro modo: cambiando las reglas). Las columnas del Partenón son más delgadas que las del Hereo, y su estrechamiento hacia arriba es más sutil. El entablamento y la plataforma no son exactamente rectangulares sino que se curvan hacia arriba por la parte central, de manera que la estructura transmite una sensación de movimiento ascendente. Todos los capiteles (la parte superior de las columnas) se ajustaron en función de esta pequeña curvatura. Las columnas también están levemente inclinadas hacia el centro, lo cual realza la sensación de ascenso. Debido a estos ajustes, las columnas portantes del Partenón parecen soportar una carga menor que las del Hereo. El Hereo es opresivo, casi puedes sentir su peso sobre ti, mientras que el Partenón te eleva como si desafiara la ley de la gravedad.

El Partenón, templo dórico, representa el punto culminante de la arquitectura en la época dorada de Atenas
El Partenón, templo dórico, representa el punto culminante de la arquitectura en la época dorada de Atenas

El orden jónico (ver la figura 7-7) es más elaborado que el dórico. La principal diferencia es que las columnas se alargan, el capitel se remata con una voluta, y el entablamento presenta un friso o banda continua esculpida. No hay metopas ni triglifos como en el orden dórico.

El orden más elaborado es el corintio (ver la figura 7-7), que se caracteriza por sus columnas esbeltas coronadas por hojas de acanto.

Grecia no conoce fronteras: el helenismo

[El padre de Alejandro Magno] envió a llamar al filósofo de más fama y más extensos conocimientos, que era Aristóteles, al que dio un honroso y conveniente premio por su enseñanza. — Plutarco, Vida de Alejandro

Alejandro Magno (356 a.C.-323 a.C.) era macedonio, pero aprendió a pensar y sentir como un griego de la mano del griego más destacado de su época, Aristóteles. Tras la muerte de su padre en el año 331 a.C., Alejandro fue coronado rey. Durante los ocho años siguientes, conquistó y helenizó la mayor parte del mundo conocido, y construyó bibliotecas griegas y ciudades-estado griegas en todos los reinos sometidos. Sin embargo, Alejandro no intentaba clausurar la cultura de los lugares conquistados, sino fusionarla con los modelos griegos. Él mismo se casó, entre otras varias mujeres, con una princesa de Bactria (un país próximo al Afganistán de hoy en día) y ordenó a sus tropas que tomaran mujeres persas para unificar las diversas culturas.

Tras su prematura muerte, los generales de Alejandro se repartieron su imperio:

  • Seleuco I Nicátor se hizo con el mando de Persia, Mesopotamia y Anatolia.
  • Ptolomeo I Sóter se convirtió en gobernador de Egipto.
  • Antígono I Monóftalmos pasó a controlar Macedonia y Grecia.

Todas esas regiones acabaron sucumbiendo a la nueva potencia surgida en la península itálica: los romanos. El último territorio en caer fue Egipto, que cedió el año 31 a.C. cuando la reina Cleopatra se quitó la vida después de que César Augusto la derrotara a ella y a Marco Antonio en la batalla de Accio. El período helenístico murió con Cleopatra.

Los mayores logros de la cultura helénica fueron en el terreno de la escultura. Los escultores helénicos sustituyeron la belleza serena de las obras clásicas por pasión pura y un realismo a veces brutal. La Niké de Samotracia (ver la figura 7-9), una estatua helenística creada para celebrar una victoria militar, parece que acaba de posarse con sus zapatillas deportivas sobre la proa de un navío, con las alas extendidas y las ropas azotadas por el viento. Además de reproducir con gran detalle los pliegues de las telas, el escultor logra impregnar la atmósfera que rodea a la estatua. En lugar de ser una obra autocontenida, parece que irradia energía a su entorno.

Los escultores helénicos también fueron los primeros en sondear las profundidades del sufrimiento humano. La agonía de la muerte jamás se había representado de manera tan vívida como en el Gálata moribundo, creado en el siglo III a.C. en Pérgamo (la actual Turquía), o en Laocoonte y sus hijos (ver la figura 7-10), una escultura helénica de Rodas. El Gálata moribundo muestra a un enemigo celta herido en una batalla contra los griegos que colonizaron Asia Menor. La estatua está tallada de forma que el espectador pueda sentir el dolor del guerrero, que afronta la muerte con callada dignidad.

La Niké de Samotracia generalmente se atribuye a Pitócrito, el gran escultor de la isla griega de Rodas (siglo II a.C.)
La Niké de Samotracia generalmente se atribuye a Pitócrito, el gran escultor de la isla griega de Rodas (siglo II a.C.)

La estatua de Laocoonte y sus hijos pudo haber sido tallada por tres escultores de Rodas: Agesandro, Polidoro y Atenodoro, todos ellos consumados copistas

La estatua de Laocoonte y sus hijos pudo haber sido tallada por tres escultores de Rodas: Agesandro, Polidoro y Atenodoro, todos ellos consumados copistas

Laocoonte y sus hijos captura la mítica lucha a vida o muerte entre un padre, sus hijos y dos terribles serpientes marinas (Laocoonte fue castigado por la diosa Atenea por intentar alertar a los troyanos de que el caballo de Troya podía ser una trampa. Y lo era: el caballo escondía en su interior un grupo de reyes griegos esperando para abalanzarse sobre los troyanos cuando estos metieran el supuesto regalo en su ciudad). Esta estatua, fechada en el siglo I a.C., se descubrió el año 1506 en las ruinas de la famosa Domus Aurea de Nerón, en Roma.

Sin duda alguna, la intensa expresividad que vemos en el Gálata moribundo y en Laocoonte y sus hijos se debe, en parte, a la asimilación de tantas culturas extranjeras y, en parte, a una nueva visión del mundo. La autoconfianza de la Grecia clásica había demostrado ser un autoengaño. La vida era cruda e impredecible, no serena, inmutable y espiritual.

No obstante, la belleza serena del clasicismo griego no desapareció del todo. La Venus de Milo (o Afrodita de Milos), representada en la figura 7-11, es un retorno a la Atenas del siglo IV. Con su calma imperturbable, pudo haber sido esculpida por Praxíteles. El hecho de que sus ropas parezcan estar resbalando realza la poderosa sexualidad de la diosa. No obstante, su mirada pensativa transporta al espectador a un lugar de misterio que trasciende la sensualidad.

La Venus de Milo es una de las estatuas helenísticas más famosas
La Venus de Milo es una de las estatuas helenísticas más famosas

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